Cuando se me ocurrió comenzar este blog. muchos me acusaron de ser un tío carca y pasado de moda, y me auguraron que iba a ser un fracaso. Eso del amor ya no se lleva, me dijeron muchos; y otros tantos, que ni siquiera existía, y que eso que llamamos “enamorarse” no es más que una química sexual galopante, a la que queremos poner un nombre bonito. La verdad, no sabía que estaba rodeado de tantos descreídos, me dio un poco de bajón comprobar que la gente que me rodea es tan cínica y práctica, ¡menudo chasco!

Porque sí, yo soy un romántico; sí, creo en el amor, no sé si para toda la vida, pero al menos durante el tiempo en que haya razones para alimentarlo; y sí, estoy chapado a la antigua, y me gustaría enamorarme en plan épico, de esa manera que se cuenta en las novelas románticas tan exitosas entre las chicas. Que ojo, ya sé que eso no es real, lo tengo muy claro; pero ¿acaso no es bonito creer que sí? No hace daño a nadie, y al menos se tiene una ilusión, algo importante para darle sentido a la vida.
¿Entonces no me gusta el sexo por el sexo? Pues claro que sí, como a todo hijo de vecino. El sexo gratis, consensuado y con una persona compatible es una manera excepcional de socializar; y encima te llevas un orgasmo, o varios si la cosa va realmente bien. A lo mejor piensas que por declararme un romántico, soy de esos que demonizan el porno online, los videos xxx o las fotos eróticas, pero no puedes estar más equivocado. Como a cualquier tío, la pornografía me pone cachondo, me hace masturbarme, e incluso a veces, echándole imaginación, me ha servido como preliminar a la hora de tirarme a una tía. ¿Te convenzo de que soy un defensor acérrimo del porno en internet?
Pero tengo los pies en la tierra, y sé poner cada cosa en su lugar. Por eso, conozco muy bien las diferencias entre hacer el amor y tener sexo, e intento no mezclar ambos conceptos, ni con pensamiento, palabra u obra. El sexo es una necesidad fisiológica, que el ser humano debe satisfacer ya sea a solas o en pareja; el hacerlo con otra persona es tan satisfactorio como grande sea la química sexual con ella, que también puede existir entre desconocidos. Una vez realizado el acto, en el que solo han hablado los instintos, cada persona vuelve a su vida, y piensa en ello si ha sido lo suficientemente bueno. Si no ha habido ningún sentimiento involucrado, suele olvidarse el momento, y el/la acompañante, al poco tiempo, justo para volver a repetir; el acto, se entiende, no con la persona.

Pero ¡ah!… a veces ese polvo se nos queda clavado en la mente, y en vez de pensar en cuerpos desnudos y sudorosos, pensamos en “ese cuerpo”. Entonces los sentimientos, sea por la razón que sea, entran en juego, y ya no ha sido solo una noche más; de hecho, queremos repetir. No se le puede decir que hayamos hecho el amor esa noche, pero si se volvieran a dar las mismas circunstancias, tampoco sería ya sexo casual propiamente dicho; porque esa casualidad no sería natural, la crearíamos nosotros con nuestro interés por la otra persona.
Y luego está el acto de amor propiamente dicho, ese que realizamos con una persona a sabiendas que sentimos por ella algo más que deseo. Ahora es cuando hablamos de “hacer el amor”, y suele resultar mucho más satisfactorio que el sexo casual, pero no porque la mecánica sea distinta; es porque con cada mirada, caricia o palabra, queremos comunicar algo a nuestro/a amante, a sabiendas de que multiplicará el placer que siente; y eso se ve recompensado al multiplicarse también el placer propio.